lunes, 3 de agosto de 2009

Ni Cristianismo Ni Revolución

Cristianismo y Revolución fue una paradigmática revista político-religiosa argentina, publicada por primera vez en Buenos Aires, hacia septiembre de 1966. Su última edición se distribuyó en septiembre de1971

La publicación editada por mes, estaba inspirada en nuevas interpretaciones teológicas y sociales emanadas del Concilio vaticano 2 y de la Doctrina Social de la Iglesia y corrientes de pensamiento afines a lo que más tarde se definiría como la Teología de la Liberación

Dirigida en sus comienzos y en gran parte de su trayectoria por el ex seminarista Juan García Elorrio, tuvo una importante influencia en la formación ideológica de numerosos jóvenes y militantes políticos de la época, entre quienes se encontraban los integrantes de la organización armada irregular Montoneros, vinculada al movimiento político peronista. Jorge Luis Bernetti actuaba como secretario de Redacción, y Eduardo Galeano, John William Cooke, Miguel Grinberg, Raimundo Ongaro, Pepe Eliaschev, Rubén DRI, Emilio Jáuregui y Miguel Ramondetti, fueron algunos de sus columnistas.

Casiana Ahumada, esposa de García Elorrio, fue la directora de los últimos números de Cristianismo y Revolución, luego de que él muriera atropellado por un auto en un misterioso accidente.

Sus contenidos sintonizaban con una expresa simpatía hacia el socialismo latinoamericano, encarnado en la por entonces joven revolución cubana.

En realidad, la revista surgió por la iniciativa de un grupo que quería debatir el rol de los cristianos en la revolución y postuló la necesidad del cristiano de comprometerse con la lucha revolucionaria para ser coherente con su fe. Cristianismo y Revolución nació como un órgano de oposición a Onganía y como un espacio de difusión de las organizaciones armadas. Su estrategia fue denunciar la pretensión de “catolicismo” del gobierno de Onganía, basándose en ideas cristianas.

La revista tomó como base dos consignas: estaba inspirada en las palabras de Camilo Torres la del cura guerrillero colombiano “El deber de todo cristiano es ser revolucionario”, y la del Che Guevara: “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”

En sus comienzos la revista estuvo vinculada a las tareas del padre Carlos Mugica, asesor de la Juventud Estudiantil Católica (JEC) y al grupo de reflexión y acción Centro de Estudios Teilhard de Chardin, ambos profundamente susceptibles a las preocupaciones promovidas por la Doctrina Social e inclinados hacia la idea de que los pobres debían ser la primer preocupación del cristiano. Esta motivación caló hondo en estos hombres y generó un primer acercamiento hacia el peronismo, en tanto era considerado el partido con el que se auto identificaban los Argentina

La tarea de Cristianismo y Revolución tuvo mayor centralidad como punto de encuentro y conjunción de voluntades que como órgano mediático de opinión, ya que ni su tirada ni su distribución fueron muy significativas: 30 números en 5 años. Más bien, lo que hay que destacar es que a través de Cristianismo y Revolución se organizaron actividades donde participaban jóvenes entre 18 y 30 años, en su inmensa mayoría de clase media con formación universitaria completa o en curso.

La figura de García Elorrio fue protagónica no sólo en la definición de la línea editorial de la revista sino especialmente en la coordinación de muchas actividades con un perfil eminentemente social, como visitas a poblaciones pobres o misiones religiosas que incluían tareas de estudio, educación y asistencia. Precisamente participando en estas actividades se conocieron Fernando Abal Medina, Carlos Ramus, Mario Firmenich, Ignacio Vélez, Emilio Maza, Fernando Vaca Narvaja, entre otros.

Asimismo, había varias organizaciones que estaban vinculadas estrechamente a Cristianismo y Revolución. Agrupaciones como Peronismo de Base, Agrupación de Estudios Sociales, Integralismo, Ateneo Santa Fe, Acción Sindical Argentina, Movimiento de Estudiantes de la Universidad Católica, Grupo Reconquista o Grupo José Sabino Navarro. Dichos grupos conformaron una red de relaciones políticas y de amistad que poco tiempo más tarde darían forma y contención a Montoneros.

En 1967 García Elorrio constituyó el “Comando Camilo Torres”, donde se incorporaron

Numerosos jóvenes católicos. Durante los primeros meses de 1967, el Comando Camilo Torres, comenzaba a organizarse. Juan García Elorrio era su líder espiritual y solían reunirse en el departamento de su mujer, Casiana Ahumada, en Ruggeri y Las Heras. A esas reuniones acudían Mario Firmenich, Carlos Ramus, Fernando Abal Medina., el cordobés Emilio Maza y Norma Arrostito, entre otros. En ese ámbito se discutían documentos escritos por el Che Guevara relacionados con la liberación de los pueblos de Asia, África y America Latina. Allí mismo se hablaba del ejercicio de la violencia y del odio como sentimiento necesario para la construcción de las guerrillas de liberación.

"El Comando Camilo Torres tenía a mediados de 1967, unos treinta militantes de menos de veinticinco años, divididos en células de tres niveles distintos: un nivel de superficie, un nivel intermedio y el nivel militar o especial. El Camilo usaba la clásica organización en pirámide de muchas organizaciones revolucionarias, donde cada cual supuestamente, solo conocía a sus compañeros de célula, a su responsable y, si tenía una célula a cargo, a sus subordinados. (...) No se suponía que sus militantes tuvieran que ser cristianos; de hecho había algunos que nunca lo habían sido, como Norma Arrostito. Pero la mayoría estaba de acuerdo con las posiciones de la Iglesia tercermundista, aunque iban más allá: suponían que la violencia iba a ser necesaria para lograr esos objetivos, pensaban en organizar una guerrilla rural en Santa Fe o Tucumán y tomaban como modelo a la Revolución Cubana. También se identificaban con un peronismo que todavía resultaba bastante vago y, en ese momento, no aceptaban las consignas de Perón, que seguía diciendo que había que desensillar hasta que aclarara."

El primer acto del comando fue el primero de mayo de 1967. En ocasión de la celebración de la misa por el día del trabajador a cargo del cardenal Caggiano y con una nutrida concurrencia de funcionarios militares. García Elorrio interrumpió la homilía del Cardenal con el propósito de leer una “oración” en la que atacaba al gobierno por la falta de libertades fundamentales a las que sometía a los trabajadores y sus familias, y por “la acción devastadora de un plan económico al servicio del capitalismo, del imperialismo, de las oligarquías y en contra del pueblo”.

Uno de los eventos con mayor incidencia en la definición de la línea de acción de la organización fue la I Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). La OLAS fue un encuentro realizado del 31 de julio al 10 de agosto de 1967 en La Habana dirigido por Regis Debray. El objetivo de este encuentro fue crear un instrumento de coordinación de las diferentes experiencias revolucionarias del continente. La delegación argentina fue presidida por John W. Cooke y del grupo de Cristianismo y Revolución participaron García Elorrio, Abal Medina, Maza, Arrostito y Roberto Quieto. Al término de la Conferencia todos ellos adhirieron plenamente al foquismo y durante su estadía en la isla recibieron entrenamiento en guerra de guerrillas. Para este grupo se habían agotado los términos medios entre opresores y oprimidos, entre peronistas y los que jamás permitirían el restablecimiento de un gobierno democrático sin proscripciones, encarcelamientos y represión.

Cristianismo y Revolución dedicó una abundante cantidad de páginas a tratar el tema de la violencia, que en primer término se atribuyó a los gobiernos autoritarios que, desde 1955 (año en el que fue derrocado el gobierno constitucional de Perón), rompió el juego democrático proscribiendo al peronismo, persiguiendo y encarcelando a dirigentes obreros y a todo aquel que protestara u organizará la disidencia. Para el grupo editor de la revista este abuso, en primer orden, justificaba el uso de la fuerza.

Sin embargo, en Cristianismo y Revolución también se concebía la naturaleza violenta del régimen autoritario como una característica sistémica propia del capitalismo. A su juicio, la violencia estaba institucionalizada en el Estado. El uso permanente de la violencia en sus diversas formas era visto como una manera de sustentación y reproducción del sistema. Por ello se argumentó que la violencia popular era la respuesta a la que se veía obligado el oprimido, puesto que la clase dirigente no estaba dispuesta a sacrificar sus privilegios para que el resto acceda a una vida digna. Desde esta óptica la raíz de la violencia, tanto en su acción como reacción, estaba motivada y justificada por la explotación capitalista y las desigualdades extremas en las que devenía.

Como vemos, el discurso político revolucionario de Cristianismo y Revolución descansó sobre un imperativo ético. Desde la revista se anunció la percepción de estar en presencia de un orden social caduco, grávido de uno nuevo que pujaba por nacer pero que era brutalmente contenido por las fuerzas represivas del Estado. Sólo la violencia a la que decían verse empujados permitiría el nacimiento de una nueva sociedad.

Cristianismo y revolución

En el número de presentación de la revista encontramos que la definición de su línea editorial constituye un llamamiento explícito al compromiso de los cristianos con lo que Elorrio denomina la verdadera revolución. En contraposición con la otra autodenominada revolución, la que el régimen engendró en la figura visible de Onganía y sus “secuaces cursillistas”.

La nota comienza con una declamación de tipo universal en contra de la explotación humana, el materialismo capitalista y la dominación violenta de los pueblos del tercer mundo por parte del imperialismo y de las estructuras coloniales aun vigentes, denunciando el grado de injusticia y opresión que producen.

También relata las luchas llevadas a cabo en Asia, África y América, por negros, blancos y amarillos, que son masacrados por intentar su liberación.

En ese registro de condena por la situación internacional de justicia y opresión concluye que el resultado es el de la batalla entre dos mundos: “el que lucha por la justicia y la dignidad humana y su liberación integral, y el que lucha para perpetuar las condiciones en que esa dignidad y liberación no puedan darse jamás”. “El tercer mundo es el que se está gestando a partir de los procesos revolucionarios que se intentan, que se malogran y que se realizan a través de una acción dura y violenta pero profundamente humana a la cual nos incorporamos los cristianos que vemos en ella, como vio Camilo Torres, la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.

Un aspecto importante que habría que mencionar es el ejemplo de Camilo Torres, como paradigma y referencia ineludible, desde el primer momento y durante todo el desarrollo de la publicación se halla presente, y se convierte en un lugar común. Es importante por la carga significativa que implica para todos los cristianos disconformes con el funcionamiento de la Iglesia Argentina. A la hora de pensar en la recepción, y en un público inicial al que este mensaje puede llegar, sería ineludible el hecho de mencionar que el ejemplo de Camilo Torres, es el de un sacerdote con formación universitaria que elige el camino de la lucha armada para poder insertarse en el proceso de cambio revolucionario.

Ya en el numero 2 de la revista desde su nota se asume que la militancia revolucionaria es el mejor signo de vocación católica,

Aquí ya no intenta justificar la inserción de los cristianos en la vida revolucionaria, sino que se afirma que la única forma de asumir un compromiso verdaderamente cristiano ante un proceso revolucionario inminente es el de sumarse para realizar esa justicia “de los que buscamos realizar los cielos nuevos en nuestra misma tierra”

Así, la militancia en la fe será militancia revolucionaria en nombre de los pobres y contra un solo enemigo; el sistema y su estructuración injusta de la sociedad.

En el transcurso de 1967, y en consonancia con la marcha del país el discurso de C y R se fue radicalizando aún mas, la muerte del Che Guevara en octubre de 1967 sumó un referente más al paradigma y prototipo del verdadero revolucionario, junto con Camilo Torres. Al Che se le dedica el número 5 de la revista (noviembre de 1967), y a partir de ese momento las alusiones a la revolución cubana y las discusiones acerca de las estrategias revolucionarias en América Latina se hicieron mas frecuentes.

Luego de los primeros números en donde el llamamiento a la participación de los cristianos en la lucha revolucionaria se alternaba con críticas y denuncias respecto de la jerarquía eclesiástica y su rol de complicidad para con el régimen, el mensaje de la revista se fue extendiendo hacia todos los sectores interesados en transformar la realidad argentina y del tercer mundo. El cambio se percibe en la apelación cada vez mas frecuente a los sectores que luego Irán conformando el peronismo revolucionario. La trascripción de diferentes mensajes del general Perón desde su exilio; cartas dirigidas por este al director de la revista; homenajes a Evita, los recordatorios del 17 de octubre y las necrológicas referidas a los caídos y los mártires del peronismo fusilados en el levantamiento de 1956, agregan un componente simbólico que refuerza la idea de que el peronismo constituye una seña de identidad para todos aquellos sectores comprometidos con el quehacer revolucionario.

También aparece en el numero de julio de 1968, una carta que Perón dirige a Raimundo

Ongaro titulada en la nota “Perón apoya a Ongaro”. Desde ese momento comienzan a abundar las notas y reportajes a los distintos referentes de los sindicatos combativos, empieza a concedérsele mayor atención a los conflictos que protagonizan estos gremios, dándole un especial énfasis a la trayectoria de la CGTA y agregando numerosas condenas explícitas al sindicalismo “participacioncita” de la CGT. En este sentido advierte García Elorrio en la nota editorial número 8 a los que “creyeron que la violencia era un problema de pueblos subdesarrollados, de bandoleros como Camilo Torres y el Che Guevara de aventureros como Fidel Castro y Ho Chi

Ming, se sorprenden ahora que esa violencia les reviente adentro del sistema”. Y luego se refiere a “las explosiones estudiantiles y obreras de Europa” y la “rebelión permanente de los pueblos de América Latina, Asia y África”.

Si tuviéramos que realizar una síntesis que resumiera el camino que tuvo la publicación en cuanto a sus contenidos encontramos un trayecto que fue desde la teología a la política y desde allí a la lucha armada.

Infinidad de actores sociales pasaran por las páginas de C y R. Un lugar destacado también ocupa todos aquellos sectores cristianos que empezaron a tener presencia respecto de la transformación de las estructuras de la Iglesia a nivel mundial, a nivel latinoamericano y a nivel nacional. Así, aparecen las reflexiones en torno al nuevo papel que asume el laicado y las experiencias de compromiso concreto de los sectores católicos con los pobres. También las declaraciones y reportajes a los Sacerdotes Para el Tercer Mundo; la atención especial que se les dio a las diócesis en las que los obispos tenían una actitud tendiente a la renovación del compromiso cristiano con el mundo (Así aparecerán Mons.: Novack en Neuquén, Mons. Devoto en la de Goya, o Angelelli en Córdoba).

La diversidad de actores que transitan por las páginas de C y R y el espacio discursivo que se otorga a estas voces, algunas bastante disímiles entre sí, generan la visión de que un proceso en gran escala, se configura en el contexto internacional. El lugar de Cristianismo y Revolución en este proceso revolucionario seria no tanto el de la lucha ideológica o política, sino el de aportar el matiz de la cosmovisión cristiana. La noción de trascendencia y la conciencia de que la revolución debe hacerse desde un imperativo ético porque es buena, traerá justicia, ya está en camino y producirá una sociedad de iguales. Esta es la visión de la sociedad socialista que plantea no tanto una “liberación” de las relaciones de producción y sometimiento producto de la lucha de clases que se entabla en el sistema capitalista, sino mas bien una sociedad de iguales, en la que no haya distinciones sociales económicas o culturales, y en la que los bienes y riquezas sean equitativamente repartidos.

Cuando García Elorrio se refiere en la nota editorial del número 9 al próximo congreso

Latinoamericano a celebrarse en Medellín, cita al documento producido por los cristianos en Córdoba: “Un nuevo estilo de celebración eucarística…será el auténtico Congreso Eucarístico Internacional del mañana: el encuentro de todos los pueblos liberados del mundo, que sin proclamar tanto el nombre de Cristo y su Eucaristía, harán realidad con su historia lo que ella significa y produce: la igualdad de todos los hombres, compañeros en la tierra”.

Se daba profuso tratamiento y amplia difusión a corrientes de pensamiento que pretendían justificar la legitimidad de la lucha armada y el rol de las vanguardias político

Los enunciados discursivos de CyR son de una riqueza inconmensurable porque permiten palpar la calidad de la amalgama producida por todos estos elementos:
* “El verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental.”
* “Para lograrlo, es indispensable erradicar la propiedad privada de los medios de producción.”
* “Sólo el socialismo nacional y latinoamericano garantizará a los trabajadores la participación en
el poder.”
* “El peronismo revolucionario se propone tomar el poder para que lo ejerza plenamente la clase trabajadora, con el objetivo de crear un Estado Socialista peronista.”
* “El único medio para construir la Patria Socialista es el compromiso armado, la militancia revolucionaria en diferentes roles.”
* “Se trata de vincular la lucha armada con la organización popular, incorporando elementos políticos que provengan de las agrupaciones fabriles o barriales.”
* “El ideario político de Camilo Torres se basa en tres afirmaciones: sin el poder para el pueblo no hay cambio social en América latina; la vía electoral no es el camino; la única salida es la lucha armada.”
* “No se puede ser manso en una realidad de violencia sin ser cómplice.”
* “La contradicción principal es el imperialismo y no la lucha de clases.”
En el Credo, Jesús sube a los cielos y se sienta a la derecha de Dios Padre. El grupo de CyR y la militancia cristiano-revolucionaria miraba la situación desde otro punto de vista y llegaba a la conclusión de que Cristo está a la izquierda de la máxima jerarquía. El libro de Morello abre una brecha para que aquella perspectiva, sobre la que existía hasta hoy (casi) un voto de silencio, recupere toda su expresividad.

Juan García Elorrio fue periodista y militante del llamado "progresismo católico". Originalmente, según se sostenía por esos años, había tenido algunos vínculos con una rama de la Democracia Cristiana. Fue educado por los Jesuitas en el Colegio Del Salvador y entró al Seminario donde estudió hasta los 21 años.
A mediados de los Años Sesenta fue secretario de Promoción Social de la Comuna de Marcos Paz, lugar donde dio las primeras muestras de cuál sería su derrotero ideológico posterior.
Trató de realizar una suerte de puente de contacto entre sectores "progresistas" de la Iglesia y el castrismo a través del sacerdote Camilo Torres, de ideas marxistas.
Tomó el nombre del sacerdote para crear los Comandos "Camilo Torres", de donde saldrían prominentes cuadros guerrilleros. Se hizo presente en la reunión de OLAS-Tri continental realizada en La Habana a partir de 1966-67, identificándose de inmediato con el castrismo.
Firmó la célebre "Carta Argentina" (de carácter colectivo) sobre "El 'Che Guevara' y la Liberación Nacional y Social del Pueblo Argentino". La publicó en "Cristianismo y Revolución" en su número de octubre de 1968.
Murió en un accidente en el año 1971.

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